Ópera Garaje hizo una parada este pasado jueves y viernes en Bilbao. El viejo Garaje San Mamés, cuya localización será próximamente un bloque de pisos, albergó ayer una extraordinaria ilustración del mundo bohemio con La Bohème de G. Puccini. La idea original fue desarrollada por la agencia creativa Do the Right Thing (Emiliano Suárez) y la agencia de comunicación Think Chic (Macarena Bergareche) para acercar la ópera a una audiencia amplia y renovada a través de un formato inédito para todo espíritu curioso.
El público subía la antigua rampa de entrada al garaje, con sus chaquetas de piel y pajaritas, atónito del escenario en el que iban a ver ópera esta vez. Aunque las butacas del Euskalduna son difícilmente sustituibles, los bilbaínos pudieron disfrutar de una representación inédita a escasos cinco metros de los cantantes y la trama. El reparto iniciaba la historia con su primera aparición de entre el público: La Bohème comenzó con un enganche que atrapó a las 240 ópera-aficionados hasta el compás 35 de ensayo sin un solo aplauso, ni un solo “Bravo”; 28 minutos de música cuidada con sumo esmero. La representación omitió el segundo acto, que fue parcialmente reproducido durante el entreacto en el bar allí instalado. La ópera finalizó con un público entregado y fanático; el eco de aplausos del garaje se escuchaba desde el Estadio de San Mamés.
Mimí, Rodolfo y el resto del reparto cantaron al son del Piano (Borja Mariño, maestro repetidor), cuya interpretación fue envidiable considerando que no había director musical quien dirigiera a cantantes y acompañamiento. Aunque la representación de Mimí (Mariola Cantarelo, soprano) fue insólita, con un cuerpo de sonido y color vocal exuberantes, se percibía que tenía prisa por finalizar su papel pues frecuentemente adelantaba sus intervenciones algún que otro pulso. Es destacable su gran capacidad de envolver a todo el garaje en sus nítidos y casi angelicales diminuendos casi al niente. Rodolfo (Pancho Corujo, tenor) se mostró firme e insuperable. Su entrañable interpretación dejó boquiabierto a todo el público. Su lucha por recuperar a su amor perdido –Mimí–, resultó tan pasional y realista que el público no pudo resistirse en derramar alguna que otra lágrima en ese aria final: “Mimí…… Mimí……!”. El resto del reparto supieron estar a la altura de las circunstancias; destacan los trabajados papeles de Marcello (Borja Quiza, barítono), con un timbre barítono muy apropiado para su rol, y Musetta (Ruth Terán, soprano), que hizo una novedosa primera aparición sobre la barra del bar en pleno entreacto.
Además de todo ello, destaco el gran papel de Ana Garay, cuya puesta en escena fue acertada, llegando a implementar una visión contemporánea de la actitud bohemia: la cerveza estaba presente para hundir las penas en alcohol, la lucha con conos dentro de un garaje (relación localización interna de la obra y externa de la representación), el fuego dentro de los barriles, y el toque acertado dentro del propio garaje.
En definitiva, ayer pudimos disfrutar de “otra cara” de la ópera. Una representación sin complejos y sin nada que envidiar a muchas producciones de esta misma obra. Ni las sirenas de las ambulancias, ni los pitidos de camiones, ni la celebración de los goles en San Mamés pudieron con la música de Puccini. Una pena no haber podido contar con una audiencia más joven para cumplir con el objetivo de este proyecto: favorecer y facilitar el cambio generacional de las audiencias de la ópera. Esperamos poder disfrutar de otra aventura así en un garaje pronto, eso sí, con más jóvenes disfrutando de buena música.
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