Seguro que todavía planea en la mente de muchos la idea de ópera como género tradicional y de corte conservador, la idea de ópera como pasatiempo poco comprometido y que solamente tiene como función servir de reunión social para las clases acomodadas.
Pues, queridos, una vez más desde Gazteam os tenemos que dar una mala o buena noticia, depende de cómo se vea. La ópera es una de las formas artísticas más atrevidas y contestarias que jamás han existido y existirán. Y si no, ¿cómo se explica que tantas y tantas veces la ópera haya sido blanco de la acción implacable de la censura? ¿cómo se explica la escandalera que en su momento provocaron ciertos títulos al ser estrenados?
Sin ir más lejos, Lucrezia Borgia, el título del que podéis disfrutar estos días en Bilbao, sufrió hasta 6 cambios de título! Sí, sí, como escucháis: 6! Si bien uno de estos cambios se debió a que Victor Hugo se puso como una fiera porque la ópera de Gaetano Donizzeti se llamaba igual que una de sus novelas, el resto, fue obra y gracia de los censores italianos, muy trabajadores y activos en la época. El pobre Donizetti, no es que solamente tuviera que cambiar de título, tuvo que cambiar incluso la trama en numerosas ocasiones. Imaginaros la cara de los censores cuando leyeron un argumento en el que el decoro no es precisamente el protagonista. Ejemplos como este tenéis mil y uno, de hecho otro de los títulos de esta temporada, Stiffelio de Verdi, paso más o menos por lo mismo.
Ah, por cierto que no se nos olvide, el colectivo de musicólogos que se dedica a la edición crítica y la reconstrucción de las versiones originales nos ha pedido que les demos las gracias a estos amables trabajadores de la tijera intelectual (aunque sea de forma póstuma). Este colectivo añade además “menos mal que cortaron y recortaron numerosas partituras, si no hoy no podríamos pagar sus facturas”. Como siempre, no hay mal que por bien no venga.
Otras veces más que la acción de la censura, lo que sufrieron los títulos fue la ira de la crítica más bienpensante y acomodada. Carmen es el ejemplo por antonomasia de título vapuleado por la crítica a penas ser estrenado. Vamos a ponernos en situación: París 1875, sociedad decimonónica que defiende una ideal de mujer casta, pura y sobretodo sumisa. Llega Monsieur Bizet y no se le ocurre otra cosa que poner sobre las tablas de la Opéra-Comique a una mujer inspirada en la Carmen de Merimée, una mujer que por encima de todo es libre y que no teme ejercer su libertad para vivir como le parezca a ella y no como ningún hombre le marque (todo sea dicho de paso, a la pobre le cuesta la vida). Os podéis figurar la reacción de esos padres de familia honorable que llevaban a sus niñas de tirabuzones perfectos a la ópera a exponerlas cual vaca en feria del ganado, a la búsqueda del mejor marido (postor) posible. “¿Cómo osa este“titiritero” a articular un discurso así de incendiario sobre este venerable escenario? Sacrebleu!!!! (en francés, sí, que los franceses es como hablan normalmente)”.
En fin, que como dijo hace solamente unos días el director de escena Davide Livermore “en ningún sitio hay más s…, dr…y rock and roll que en la ópera” (me autocensuro el titular, que yo no soy Livermore, pero aquí os dejo el enlace por si queréis leer su entrevista ;-) )
Y por si después de leer la entrevista el cuerpo todavía os pide más s…, dr… y rock and roll, aquí os dejo una pequeña muestra de la “decorosa” Carmen que el gran Calixto Bieto puso en escena en ABAO hace solo unos añitos.
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